sábado, 27 de febrero de 2010

Un mago del sentimiento. Miguel Hernández


En mi opinión la auténtica poesía es aquella que surge de los sentimientos directa hacia la pluma sin pasar antes por la cabeza. Miguel Hernández fue uno de esos poetas, quizá por ello no llegó a ser aceptado en la generación del 27. En este 2010 se cumplen cien años de su nacimiento en Orihuela, donde comenzó a dar sus primeros pasos en poesía junto a su amigo Ramón Sijé. Y desde aquí, este pequeño homenaje con su poema "Hijo de la sombra" (primera parte del poema completo "Hijo de la luz y de la sombra") texto, que por otra parte, ha sido musicado por Serrat recientemente:


Eres la noche, esposa: la noche en el instante

mayor de su potencia lunar y femenina.

Eres la medianoche: la sombra culminante

donde culmina el sueño, donde el amor culmina.


Forjado por el día, mi corazón que quema

lleva su gran pisada del sol adonde quieres,

con un sólido impulso, con una luz suprema,

cumbre de las montañas y los atardeceres.


Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje

su avaricioso anhelo de imán y poderío.

Un astral sentimiento febril me sobrecoge,

incendia mi osamenta con un escalofrío.


El aire de la noche desordena tus pechos,

y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.

Como una tempestad de enloquecidos lechos,

eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.


La noche se ha encendido como una sorda hoguera

de llamas minerales y oscuras embestidas.

Y alrededor la sombra late como si fuera

las almas de los pozos y el vino difundidas.


Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,

la visible ceguera puesta sobre quien ama;

ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,

ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.


La sombra pide, exige seres que se entrelacen,

besos que la constelen de relámpagos largos,

bocas embravecidas, batidas, que atenacen,

arrullos que hagan música de sus mudos letargos.


Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,

tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.

Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,

con todo el firmamento, la tierra estremecida.


El hijo está en la sombra que acumula luceros,

amor, tuétano, luna, claras oscuridades.

Brota de sus perezas y de sus agujeros,

y de sus solitarias y apagadas ciudades.


El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido,

y a su origen infunden los astros una siembra,

un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,

que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.


Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,

tendiendo está la sombra su constelada umbría,

volcando las parejas y haciéndolas nupciales.

Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.

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