miércoles, 8 de octubre de 2008

Educación para lo Orwelliano



El adjetivo «orwelliano» se utilizada en referencia al universo totalitarista imaginado por el escritor inglés. Intentando evitar ser pretencioso o pedante, expongo un punto de vista. Admito que puedo equivocarme.

George Orwell, pseudónimo de Eric Arthur Blair (Motihari, India, 25/06/1903 - Londres, 21/01/1950), fue un escritor y periodista británico, cuya obra lleva la marca de de las experiencias personales vividas por el autor en tres etapas de su vida: su posición en contra del imperialismo británico que le llevó al compromiso como representante de las fuerzas del orden colonial en Birmania durante su juventud; a favor de la justicia social, después de haber observado y sufrido las condiciones de vida de las clases sociales de los trabajadores de Londres y París; en contra de los totalitarismos nazi y soviético, tras su participación en la Guerra Civil española. Orwell es uno de los ensayistas en lengua inglesa más destacados del siglo XX, y más conocido por dos novelas críticas del totalitarismo estalinista: «Rebelión en la granja» y, sobre todo «1984», novela en la que crea el concepto de «Gran Hermano» que desde entonces ha pasado al lenguaje común de la crítica de las técnicas modernas de vigilancia.

Reflexionando sobre el alcance y la influencia real de estas novelas, sobre todo desde un punto de vista pragmático, en el que la verdad y la bondad deberían ser medidas de acuerdo con el éxito que tengan en la práctica, uno se pregunta cuántos de los que han leído a Orwell han llegado a pensar seriamente durante más de 5 minutos seguidos sobre los interesantes temas que se plantean. Más aún, cuántos realmente actuarán en consecuencia a sus propias conclusiones.
Ejemplo: Una persona A regala Rebelión en la granja a una persona B. Éste, emocionado, lee y termina el libro en apenas unas horas, concluyendo con un sonoro: “¡Muy bueno tío, muy bueno! ¡Es que es la puta realidad! ¡Así es la vida!”. B, que tanto rugía de emoción al creerse poseedor de una idea propia, unas horas más tarde ya ni se acordará de sus palabras y no habrá modificado en lo más mínimo su proceder. Eso sí, seguirá entrenando duramente en el gimnasio 3 o 4 veces por semana. Sólo el tronco superior “¡Porque es el que se ve tío! Las nenas no se fijan en la piernas, se fijan en los abdominales, los bíceps, etc.”. Pero seguirá sin leer. Sin leer nunca ningún periódico serio. Sin leer nunca ensayos “¡Porque no quiero rayarme la cabeza tío!”. Con suerte leerá alguna novela que no se extienda más de cien páginas y a ser posible, que no requiera demasiada abstracción o conocimiento cultural previo. A, decepcionado, se preguntará qué nos ha aportado nuestro sistema educativo y nuestros valores sociales. Se preguntará si su estimado compañero es, mutatis mutandis, el prototipo de ciudadano medio que sólo le importa lo superficial y trivial. Se preguntará si es lo imperante en la actualidad. El hedonismo dirige nuestras almas, si es que existen y carpe diem es nuestro emblema.
Triste perspectiva…

Escribía Ortega y Gasset en La rebelión de las masas:


Ya sé que muchos de los que me leen no piensan lo mismo que yo. También esto es naturalísimo y confirma el teorema. Pues aunque resulte en definitiva errónea mi opinión, siempre quedaría el hecho de que muchos de esos lectores discrepantes no han pensado cinco minutos sobre tan compleja materia. ¿Cómo van a pensar lo mismo que yo? Pero al creerse con derecho a tener una opinión sobre el asunto sin previo esfuerzo para forjársela, manifiestan su ejemplar pertenencia al modo absurdo de ser hombre que he llamado “masa rebelde”.


Nuestra vida, como repertorio de posibilidades, es magnífica, exuberante, superior a todas las históricamente conocidas. Mas por lo mismo que su formato es mayor, ha desbordado todos los cauces, principios, normas e ideales legados por la tradición. Es más vida que todas las vidas, y por lo mismo más problemática. No puede orientarse en el pretérito. Tiene que inventar su propio destino.

Cuando Deng Xiaoping proclamó “Enriquecerse es bueno!” al empobrecido y reprimido pueblo chino parece que se haya dirigido realmente a gran parte del mundo desarrollado, abriendo una era de fascinante desarrollo económico pero carente de cualquier enriquecimiento cultural. Éste es uniforme y nada original. Parece que no nos importa el medio ambiente… ni el prójimo, a menos que nos pueda aportar algún tipo de beneficio, consciente o inconscientemente. ¿Es el Gran Hermano quien dirige nuestra conducta?

Decía Nietzsche en Also sprach Zarathustra:
El que a todo el mundo le sea lícito aprender a leer corrompe a la larga no sólo el escribir sino también el pensar.

Uno se pregunta si ese loco no tendría razón. Pero sólo un déspota se atrevería a llevar tales afirmaciones a la práctica. Superada una primera lectura, uno le da una segunda interpretación a lo dicho por Nietzsche. Más que una llamada al elitismo y al clasismo uno quiere entender sin embargo, un grito de desesperación por el desperdicio de nuestras infinitas oportunidades actuales. ¿Cuántos de nuestros padres habrían dado lo que fuera por tener una décima parte de nuestras oportunidades? Quizás el lector se pregunte si no estaré exagerando o radicalizando demasiado el tema. Podría ser. Pero, por otra parte, pensando sobre algo mucho más próximo. Me gustaría saber cuánta gente está por vocación en nuestra escuela de ingeniería. Incluso, qué porcentaje de nosotros nos interesa realmente la ciencia. No me conformo con el “me gustan más las mates y la física que la literatura”. Me refiero a aquellos que teniendo tiempo libre leerían algún libro de divulgación científica, no siendo por obligación. Cuando a un compañero, que siguiendo a este ritmo seguramente será de los primeros de promoción de nuestra escuela (lo recalco por lo chocante que me resultó ver a un futuro buen ingeniero con esa opinión), le comenté que estaba leyendo un libro de Roger Penrose me dijo con cara de estar mirando a un bicho raro si a mi me gustaban “esas cosas”. ¿Si no nos gusta a nosotros que estudiamos ciencias, a quién le tiene que gustar, a los de Bellas Artes?
Cómo se supone que evitaremos que se repitan los totalitarismos y las injusticias si nosotros mismos no empezamos por informarnos, ser librepensadores y nos dejamos llevar por las corrientes mayoritarias.

Convencido estoy que la igualdad de oportunidades, pero sobretodo, la
educación, nos ayudará a evitar más situaciones orwellianas. Porque seremos más conscientes de lo que queremos y cómo podemos llegar a la práctica lo deseado. Lo cual muchas veces implica llegar a una solución de compromiso y tener que sacrificar algo grande para obtener un beneficio pequeño, al menos a corto plazo.

Desgraciadamente todavía existen lugares en el mundo donde la gente no tiene una educación libre, no está informada y ni siquiera puede decir libremente lo que piensa. Me refiero a países como Corea del Norte, Cuba, Birmania, etc. Pero sin ir más lejos, en mi China natal frecuentemente se producen situaciones inverosímiles para un occidental.

En 2002 mientras pasaba mis vacaciones veraniegas en Beijing pude apreciar cómo el Gran Hermano Partido Comunista nos enseñaba lo malos que son los de la “secta” Falun Gong. Coches con altavoces por las calles “informándonos”, noticias 24 horas 7 días a la semana, tanto en la radio como en la televisión, periódicos monotemáticos, etc. Incluso a veces se podía ver como aparecía un coche en medio de la plaza de Tiananmen y se llevaba a algún “escandalizador público” que se manifestara en contra del Partido. Tiananmen traducido sería plaza de la Puerta de la Paz Celestial, curioso nombre teniendo en cuenta que hay un enorme retrato del Gran Timonel Mao Zedong observándonos. Esa persona representaría claramente el Gran Hermano chino. Mao y el PCC (Partido Comunista Chino) son una cosa. Mao es el PCC y el PCC es Mao, al menos hasta hace poco. Pero peor aún, el ejército es del PCC y China es del PCC. Nunca había visto tantos medios desplegados para atacar a una persona, institución o idea.

Por otra parte, mucha gente es capaz ahora de tener una opinión sobre el conflicto del Tíbet con China, sobre la dictadura Birmana, sobre la represión norcoreana. Pero ¿Cuánta de esa gente sabría situar en el mapamundi el Tíbet o Birmania? ¿Saben cuánto tiempo lleva el Tíbet ocupado? ¿O que los británicos lo colonizaron también? Mi intención nos es recriminarles que quieran opinar sino en qué se basan para sentenciar. El estar 30 minutos delante del telenoticias no nos da patente de corso para imponer nuestros valores y prejuicios a los demás pueblos del mundo.

Lo que realmente nos hará crecer como personas es la lectura, el viajar, aprender nuevas lenguas y sobretodo pensar por uno mismo. Mi pequeño deseo sería que la educación nos aportara a todos, yo incluido, una mayor amplitud de miras y mucha empatía. Educación en forma de todo tipo de cultura. Decía E. Gombrich que no existe el Arte realmente, sólo hay artistas. Ninguna cultura está por encima de las otras y no valen nada sin sus continentes que somos nosotros. Pero nosotros tampoco somos nada sin contenido. Por eso: Educación para lo orwelliano.