jueves, 3 de septiembre de 2009

El árbol bondadoso

Este verano, durante esas noches veraniegas de tanto calor vino alguien que me alegro la noche; alguien que contó este cuento, El árbol bondadoso. Hoy en el parque, un viejo me ha recordado el cuento, aunque el viejo estaba sentado en un banco, su mirada y su gayato de madera, me daba a entender que era feliz, sin más, a ver si el cuento no es cierto del todo y no necesitamos siempre de un árbol para ser feliz y sí de un amigo para siempre con el arte de no dañar:

"Érase una vez un árbol que amaba a un pequeño niño. Todos los días el niño visitaba al árbol y recogía sus hojas para hacer coronas y, así, jugar a ser el rey del bosque.
El niño podía treparse por el tronco del árbol, columpiarse de sus ramas, comer manzanas y juntos jugar a la escondida, cuando el pequeño se cansaba, podía dormir bajo la sombra del árbol. El amor que el niño sentía por aquel ser del bosque era inmenso, lo que hacía sentir muy feliz al árbol.
Así nada más, el tiempo pasó y mientras el niño crecía, el árbol se fue quedando cada vez más solo.
Entonces, un día el niño regresó a visitar al árbol y este le dijo: “Ven, pequeño, ven y trepa por mi tronco y colúmpiate de mis ramas, come de mis manzanas, juega bajo mi sombra y sé feliz”
“Ya estoy muy grande para trepar árboles y jugar contigo”, dijo el muchacho.
“Quiero comprar cosas y pasarla bien. Quiero dinero, ¿acaso tú puedes darme un poco?”
“Lo siento", dijo el árbol. “No tengo dinero, lo único que tengo son hojas y manzanas. Toma mis manzanas y véndelas, así tendrás dinero y serás feliz”.
Una vez dicho eso, el niño trepó hasta la cima del árbol, recogió las manzanas y se las llevó. El árbol quedó feliz.
El niño no visitó al árbol en mucho tiempo por lo que éste se sentía muy triste; sin embargo, un día el niño regresó. El árbol se estremeció de alegría y le dijo al muchacho: “Ven, trepa por mi tronco, colúmpiate de mis ramas y sé feliz”.
“Estoy muy ocupado para trepar por tu tronco”, dijo el niño. “Quiero una casa que me preste abrigo”, dijo él. “Quiero una esposa y quiero tener hijos, por eso necesito una casa. ¿Acaso tú puedes darme una casa?”.
“No tengo una casa”, dijo el árbol. “El bosque es mi única casa, pero puedes cortar mis ramas y construir una, así serás feliz”.
Dicho eso, el muchacho cortó las ramas del árbol y se las llevó para construir su casa. El árbol quedó feliz.
El niño no visitó al árbol en mucho tiempo, hasta que un día regresó y el árbol estaba tan feliz que apenas podía hablar. “Ven, muchacho”, susurró el árbol, “ven y juguemos”.
“Estoy demasiado viejo y triste para jugar”, dijo el muchacho. “Quiero tener un bote que me lleve muy lejos de aquí. ¿Acaso tú puedes darme un bote?”.
“Corta mi tronco y construye tu bote”, dijo el árbol. “Así podrás navegar… y ser feliz”.
Dicho eso, el muchacho cortó y derribó el tronco del árbol, hizo un bote y se fue a navegar. El árbol quedó feliz… pero en el fondo no lo estaba.
Finalmente, después de mucho tiempo, el muchacho regresó una vez más a donde se encontraba el árbol. “Lo siento, muchacho”, se lamentó el árbol. “Pero no tengo nada más para ofrecerte, no me quedan manzanas.”
“Mis dientes están muy débiles para comer manzanas”, dijo el muchacho.
“Tampoco me quedan ramas”, dijo el árbol. “No puedes columpiarte de ellas”.
“Estoy muy viejo para columpiarme de ramas”, replicó el muchacho.
“Ni siquiera tengo tronco”, le dijo el árbol. “No puedes trepar por él”.
“Estoy muy cansado para trepar”, respondió el niño.
“Lo siento”, suspiró el árbol. “Desearía poder darte algo, pero no me queda nada para ofrecerte. Sólo soy un viejo tocón, perdóname”.
“en este momento no necesito mucho”, dijo el muchacho, “sólo un lugar tranquilo para sentarme a descansar. Estoy muy cansado”.
“Muy bien”, dijo el árbol, enderezándose tanto como podía, “entonces, un viejo tocón es ideal para sentarse y descansar. Ven y siéntate pequeño, siéntate y descansa”.
Y el muchacho así lo hizo, entonces, el árbol fue feliz."

Texto original: 'The giving tree' by shel silverstein

Muchas veces paseando,vemos ancianos sentados en troncos de árboles ya talados, pues bien, quizás podríamos pensar que esos viejos están locos! ¡No! Solo cuentan sus vidas.

1 comentario:

José Luis Díaz dijo...

Gran cuento Noe! como todos los cuentos nos dan una lección de como deberiamos ser. Creo que la vida seria más fácil si todos nos sintieramos más niños y actuasemos de una forma más simple. La amistad verdadera es un preciado tesoro.
1 abrazo!