El título de la entrada hace referencia a una frase del poco convencional arquitecto Richard Rogers. Con motivo de la exposición Richard Rogers + Arquitectos. De la casa a la ciudad que tiene lugar en el CaixaForum de Madrid - la muestra fue inaugurada en noviembre de 2007 en el Centro George Pompidou de Paris y viajó al Design Museum de Londres la primavera y verano de 2008. Antes de llegar al CaixaForum Madrid estuvo expuesta en Barcelona y a finales de verano continuará su periplo intencional por Asia, Europa y Norteamérica - quiero hacer un pequeño repaso a la mentalidad de este arquitecto que ha sido definido como el "último humanista" y que es responsable de edificios tan emblemáticos como el Centro George Pompidou de Paris, el edificio Lloyd’s de Londres, la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid o la T-5 de Heathrow.
Para situarnos, un breve biografía del personaje. Rogers nació en Florencia en 1933 e inició su carrera profesional asociado a otro grande de la arquitectura británica, Norman Foster, en el seno de Team 4, que integraban junto con sus respectivas esposas. Luego colaboró con Renzo Piano y fruto de su trabajo común fue el Centro Pompidou. Desde 1977 encabeza su propio despacho. En el 2007 obtuvo el premio Pritzker, máximo galardón arquitectónico mundial.
Su voluntad de crear espacios públicos, que engloben la diversidad y la complejidad del mundo actual, han hecho honor al título otorgado de humanista. Este pionero en la reivindicación de una arquitectura sostenible cree en la sociedad civil y la perfecta adecuación de urbanismo y arquitecturas para el desarrollo armónico de la ciudad y sus gentes. Una filosofía difícil de compatibilizar con un mercado que podemos definir como dictador y que ha actuado sin control - y así estamos donde estamos. En palabras del mismo Rogers, los años del boom de la arquitectura icónica han terminado -una era que va desde el Guggenheim Bilbao hasta los grandes arquitectos estrella construyendo en los Emiratos, en China o Kazajistán-, aunque ve en la crisis económica una posibilidad para evolucionar hacia una sociedad realmente más liberal, más libre, en la que el mercado no sea quien dicte las reglas del juego y donde progrese la conciencia social.
Sin duda, una mentalidad que deberían haber tenido en cuenta los gobiernos. Unos gobiernos que han permitido que los bancos se comportaran como reyes, lo cual ha favorecido muchos enriquecimientos particulares pero que no ha favorecido en absoluto las políticas sociales.
1 comentario:
Debo confesar que el George Pompidou, visto des de las alturas de París es un tanto... digamos perturbador. De todas formas es cierto que se necesita que los grandes arquitectos se dejen de iconismos y muestras superlativas de un capitalismo ya caduco y entren en el terreno de la sostenibilidad.
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